Y después de tanto encierro programado al fin te abrís y yo te dejo ser libre; te encomiendo al mundo que se empeña en inventar el tiempo y en contraponer el borde del abismo en el que caen una y mil veces.
Hasta que todo se desequilibra y vos volvés a mirarme con ojos de melancolía y destierro, con alas de grandeza y vejez. Y recordamos juntos la gloria de aquella vida y el olor perdido.
Una vez más te abrís a otras manos a miles de otras manos que ganan encanto en este espacio y pierden cordura y gravedad. Pero a la larga recuperan su centro.
Y entonces te encerras, volvés al absurdo silencio que te desiguala, y otra vez adentro tuyo esperás aquellas manos que con nada se comparan.
de "El Alma del Piano", por Alumbra
(al piano de Alma)