¿Llevarlo al paraíso , que toque lo que da vida, que beba del río, que corra y sienta en ese viento que le mueve los pelos tanta libertad como siento yo?
¿Cómo, señor aguja, desprecisarlo un poco, retrasarlo, prestarle mi locura?
¿Cómo es que siente Ud. que está vivo si no es llorando y riendo al mismo tiempo, oliendo la sal o desafiando las distancias?
¿Quién le cuenta cómo sabe tirarse panza abajo en el verde y enroscarse, la yema bajando la tecla, la inmensidad?
¿De qué sobrevive?
Yo quiero un amor impreciso, inoportuno, imprudente. Un amor fuera de espacio. Un amor sin cuerda.
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Y adhiero al Sr. Oliverio:
que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de sorportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de sorportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono,
bajo ningún pretexto, que no sepan volar."